Tuesday, May 8, 2007

¿Como se ama a la madre o como se ama a la novia?

Hace dos días, chateando con una amiga salió al tema el volver o no a la patria. Ayer, en medio del revuelo de la prensa colombiana, Fernando Vallejo renunció públicamente a la nacionalidad colombiana. ¿Sería cosa de la casualidad que estas dos situaciones coincidieran? Muy posiblemente no, si me pongo a pensar que aquella es una de las cosas sobre las que más se piensa lejos del país natal. Todo depende de la relación que se haya establecido con ese conglomerado innombrable que los viejos llamaban patria. Si la relación con nuestro país es inmejorable, tenemos los mejores recuerdos sembrados allí, algún amor inconcluso, tres fanegadas de tierra y alguna tumba que visitar o pertenecemos a un club social de renombre, muy seguramente el retorno es cosa de meses. Sin embargo, cuando la relación ha sido tormentosa y el amor se ha recalentado o el vinagre lo apesadumbra, si la gente a la que se le apostó está muerta o no te reconoce como un hermano, el camino de regreso se estrecha y se granula como los últimos cuadros de un filme antiguo sin restaurar.
Las sociedades sufren de enfermedades mentales como los humanos (no sé si esto lo dijo Jung, tal vez no); de la manera como resuelven sus conflictos se puede inferir su salud mental, su grado de madurez. A la pregunta de mi amiga sobre cómo sentía mi apego a Colombia, lo que se me vino a la cabeza no fue esa palabra rimbombante, utilizada ahora con gran autoridad por el señor Uribe Vélez, sino otra, más sencilla y a la vez más compleja. Para mí, lidiar con Colombia es como un noviazgo de esos difíciles de superar. No obstante siento un amor intenso y profundo, a la vez me agobia una pesadumbre cuando pienso que de todo el amor que he dado y puedo dar, muy poco será recibido y mucho menos será aprovechado. Valga la pena aclarar que no hablo del amor por mi familia y amigos, ese se renueva a diario y en cualquier lugar del mundo. El otro, el amor por mi país, sus culturas y su gente es el que duele pues, como un desengaño, la patria es capaz de darte el más profundo desamor.
Es indudable que yo amo a Colombia, aunque muchas veces pueda ser uno de sus críticos profundos e incluso coincidir en algunas cosas con gente como Vallejo. No obstante, amar a Colombia es como estar enamorado de una chiquilla voluntariosa, bella y vivaz; es como hundirse en la vorágine carnal de una Lolita capaz de engendrar deseo y llevarnos a la muerte. Quien se arriesga a ello no tiene más remedio que sufrir el vértigo de la incertidumbre y la desazón de no tener control de las circunstancias. Eso lo sentía desde hace mucho pero no vine a verlo claro hasta haber vivido algunos años separado de ella. Sus rabietas todavía me duelen y cuando leo la prensa por internet y veo que la muerte sigue socavando sus entrañas y cuando me entero que muchos de sus amantes justifican la sangre y la ignominia y minimizan el daño que han causado, siento que lo más saludable que puedo hacer es dejarla ir de mi vida como se debe dejar un amor que, aun viva la pasión, no cambiará hasta que la distancia cure las heridas. Eso lo siento porque lo que más daño le hace al amor es la pérdida de la dignidad de uno o los dos amantes.
Yo tengo lo gran fortuna de ser amigo de mis antiguos amores. Realmente disfruto de ello; es como haber vencido en última instancia y aunque el fuego haya desaparecido, el amor permanece en un estadio privilegiado. Esa es mi experiencia, aunque respeto las de los demás. De la misma manera respeto a quienes profesan ese amor incondicional, vital, inmediato y de primera mano por Colombia. Respeto ese sentimiento impetuoso que es como el de los quince años, cuando uno es capaz de morir bajo el balcón de la niña de sus ojos. Yo también la he amado de esa forma, hube de arriesgar mi vida por ella alguna vez y si las circunstancias lo hubiesen determinado, seguramente sería un héroe anónimo yaciendo en un lugar desconocido. Ahora, mi amor ha cambiado; la distancia me hace observarla en otra dimensión; su belleza se ha realzado, ha madurado un poco, es innegable; sin embargo, le falta crecer para que no devore a sus enamorados.
Entre los diferentes tipos de amor que se pueden sentir, estoy alejado de ése que ve a mi país como una madre, ése es uno artificial que me enseñaron cuando era niño para que bajara la cabeza y no mirara a los ojos de quien daba las órdenes. En mi juventud experimenté el ardoroso y lúbrico deseo de poseer a mi patria a todos sus niveles, cosa nada difícil en un país tan dinámico e impredecible. Ahora, no sé si he envejecido prematuramente, prefiero experimenta un amor un poco más sosegado, como el que se siente por una vieja amiga, a la que no se duda en dar la mano, pero que debe dejarse sola para que aprenda a manejar sus propios destinos y se embellezca con su propia experiencia. Mientras, en la distancia, este amor sigue madurando en la esperanza y en el futuro. Tal vez, ella me sorprenda y un día cercano nos encontremos y la llama reaparezca como un hechizo que se revive en un ciclo cósmico. Ese día volveremos a ser uno y no nos separaremos nunca jamás.

10 comments:

GAPG said...

Me identifico plenamente con lo escrito. El regreso es una opción en tiempos difíciles y si no eres Julio Mario, los tiempos siempre lo son. La diferencia es que mis amores fueron turbulentos y de ellas no quiero saber nada por ahora.

Anonymous said...

mi querido poeta te felicito por tener por fin tu blog , así como a ti te atropelló hot mail ni idea para mi que sera un blog, me imagino que es una pag web donde puedes dar a conocer tus trabajos bueno, no te preocupes por lo del regreso, yo que vivo aquí detesto este pais pero ya tu sabes.... por fa escribeme

La casa de Claudia said...

Carlos, dos temas fabulosos salen a flote de tu charla: El país de origen y las ex novias. Una vez, un amor platóncio que tuve me dijo que la relación con tu pueblo cuando estás en el exilio siempre es de amor-odio. Y yo lo creo firmemente.

La casa de Claudia said...

Ah, ya te puse en mi lista de lecturas del blog.

No one said...

Yo soy de M[exico y ahora estoy en España.

Muy bello lo que escribes, pero no tengo nada que decir al respecto...aún.

Anonymous said...

Usted parece un apátrida como ese Gustavo Petro. No se me haría raro enterarme de que usteded comparte esas ideas... Ese cuento de que es amigo de sus exnovias no se lo cree nadie.

Anonymous said...

Cuando uno es un enano como el anónimo pasado, solo se le ocurren frases de cajón con ideas de cajón. Me acuerdo de los niños del jardín infantil: y usted parece… y usted parece… a un gato con la cola al revés!!!

Porque será que la gente no escucha, observa y después de interpretar sin prejuicios lo que esta leyendo acepta que puede aprender de los demás o que en su defecto es capaz de decir algo que se pueda tomar en serio.

El “cuento de las ennovias”? Si claro que si hay quien le pueda creer. No todo el mundo es tan primitivo como el anónimo como para no poder creer en ese “cuento”.

Anonymous said...

Poeta,
La relación que usted plantea con el país (su amante) es para mí prueba evidente del profundo amor que por él siente.De sus líneas se desprende un profundo apego y preocupación por su amante Colombia, que alguna vez dejó pero que diariamente espía por un huequito en "el tiempo". La amante de quien habla cuando está ausente, pero que por orgullo calla cuando está presente, para cobrarle su traición. No la juzgue, es todavía una adolescente que quiere verse bonita, que se entrega a los que le ofrecen espejitos. Esperemos que algún día podamos sentarnos a conversar reposadamente con esa, la amante que nos roba la inocencia y el sueño, pero que nos entrega el ímpetu y las ganas de perseguirla, para conquistarla de nuevo.

CamiloT said...

No joda, ya le llegaron anónimos al blog...se esparcen como gripa los tarados por el mundo...
Me pareció contundente esta global apreciación del amor, esto que llamariamos de acuerdo a F Paez, el amor después del amor, ese que creo vamos entendiendo cuando pasan los años.Y sobre todo me identifiqué con su figura de Colombia, es Lolita apasionante y fatal...

Anonymous said...

Querido poeta,

Los sentimientos de los que hablas en tu texto son la consecuencia natural de quien realmente ha viajado. Cuando uno sale de un país como Colombia y ve que existen realidades diferentes, descubre que el nombrado "amor por la patria" es más una construcción imaginaria que el resultado lógico de una relación recíproca. Después de tantos años fuera de allí, lo único que podemos pedirle a Colombia, como decía Cavafis, es que nos ofrezca un largo camino de regreso. Me gustó mucho tu escrito.


un laberinto entre tantos